FÁBULA DEL PAJARITO

 


     El hombre sabio de la montaña tenía muchos problemas. Uno de ellos era un pajarito. Su problema con el ave empezó porque éste desde su jaula hacía mucho ruido. Desde pichón su dueño lo atendía, pero tiempo más tarde, al hombre le pareció que el pajarito era muy distinto a él, y ya no le agradaba.

      A veces, el pajarito pellizcaba fuertemente el dedo al hombre con su pico, por impulso natural, y se escapaba de su jaula, aunque a las horas regresaba. Un día el pajarito pellizcó el dedo del hombre entre las rejillas de su jaula, y éste se molestó tanto que lo sacó de allí y lo soltó por un ventanal.

      El pajarito sufrió su libertad, ya que se había convertido de algún modo en un animal doméstico. Por lo que al otro día tocó con su pico varias veces el vidrio del ventanal que el hombre sabio de la montaña había cerrado.

     Tocó y tocó hasta que el hombre le abrió. El pajarito le preguntó al sabio: ¿Dime qué has pensado? – y  el hombre sabio le respondió - No sé... vuelve otro día.

     El pajarito se retiró y pasó más días sufriendo las condiciones de la naturaleza, de la que hace tiempo se había olvidado. Pasó hambre, frío, tuvo miedo ante tanta inmensidad. Hasta que decidió tocar de nuevo el vidrio del ventanal.

     Tocó y tocó con su pico el vidrio hasta que el hombre sabio le abrió. El pajarito preguntó: - ¿Dime qué has pensado? - y el hombre le respondió: - No sé...vuelve otro día.

     Una vez más, el pajarito salió disparado por la ventana, tan rápido que casi choca contra un árbol. Le pidió disculpas al árbol y este le dijo: -Tranquilo pajarito, yo entiendo lo que estás pasando. Te ofrezco mis ramas y mis hojas para cubrirte del sol, del viento, de la lluvia, cuando lo necesites, yo estaré aquí siempre. Incluso podemos intentar hacer un nido, yo seré parte de tu hogar, tú serás parte de mí y eso ¡me hará muy feliz!

     El pajarito lo pensó y dijo: - Pero yo ya tengo amo y lo amo, si me quedo unos días ¿tú serás mi nuevo amo? Entonces el árbol le respondió: - No, seré tu amigo.

     De modo que el pajarito agradeció y se quedó en el árbol, o mejor dicho con el árbol, por un tiempo. El árbol lo protegía, le ofrecía sus frutos para comer, a veces hasta le cantaba, pero el pajarito seguía triste, lloraba mucho.

     A causa de ello, decidió volver a tocar la ventana. Tocó y tocó el vidrio y el hombre sabio de la montaña le abrió. El pajarito entró y preguntó: - ¿Dime, qué has pensado? Y el hombre, esta vez le dijo: - No sé, puedes tú coger algo de mi cabeza y llevártelo a ver qué descubres, puedes llevárselo a otros a ver qué te dicen, para que lo analicen, luego me lo regresas y me dices aquello que yo mismo no he podido saber.

    Entonces el pajarito tomó un pedazo del pensamiento del hombre y se lo llevó. Resulta que buscando una respuesta con el pedazo que llevaba en su pico, fue a miles de lugares preguntando sobre aquello.

    Preguntó al árbol y no supo, preguntó a las flores y tampoco  supieron, pregunto al sol y nada, y a la lluvia, y al viento, y al mar, y a muchos más y ninguno supo decirle qué significaba aquello.

    Un día, un gavilán quiso quitarle el pedazo del pensamiento del hombre que el pajarito llevaba en su pico. Gavilán hirió mucho al pajarito pero este por nada soltaba la parte de su amo. Lo picó en las alas y en el pecho, mas el pajarito como pudo, aún herido, decidió volar muy alto para que el gavilán no lo alcanzara.

    Voló y voló hacia arriba, voló y voló con sus alas heridas, voló y voló tan alto que se perdió en el firmamento.

     Nadie nunca más supo del pajarito. Ni el hombre sabio, que se quedó esperándolo con una incertidumbre eterna, pensado mil y una cosas tristes y buenas. Por eso dicen que la parte del pensamiento del hombre, que se llevó el pajarito, fue su imaginación y desde entonces su imaginación vuela muy alto y muy lejos.

     Solo el árbol cree saber con certeza lo que ocurrió con la pequeña ave; asegura que no fue por gavilán, sino por el amor que el pajarito sentía, por falta de una razón, y por el dolor, que voló tan lejos. Confía en que allá arriba algún día alguien lo encontrará, quizás el mismo sol lo abrace con su luz, o un ángel lo cubra con sus alas; pero el hombre sabio de la montaña nunca más podrá alcanzarlo.  

(Anais Torres Suárez)

Comentarios

Entradas populares de este blog

NO TE ENGAÑES (poema)